Carlos Heredia Zubieta
La mirada en el éter, los ojos saltones, desorbitados, como queriendo salirse del globo ocular. No sabemos qué ha causado este efecto. ¿El miedo, la angustia, el terror?
Los escépticos preguntan: ¿cuánta coca? Y les responden: ¿medida en gramos o en onzas?
El sujeto entero, no sólo sus ojos, parece desquiciado, fuera de sí. Si los ojos son una pequeña ventana de lo que traemos adentro, este tipo ha caído en un abismo. Parece estarse carcomiendo y consumiendo por dentro.
El diccionario acude en mi auxilio: cuando los ojos parecen salirse de su órbita, estamos ante algo precisamente exorbitante, excesivo, desmesurado, desmedido, descomedido, exagerado, extremado.
Es el senador Miguel Ángel Yunes Linares, habilitado como tal tras la petición de licencia de su hijo, Miguel Ángel Yunes Márquez.
¿Qué es lo desmesurado?
Que el sujeto-cómplice es un personaje de las cañerías del sistema político mexicano, a quien el presidente de la república ha identificado reiteradamente como maleante, zopilote, vil corrupto, siniestro, y ahora lo tiene como aliado.
Que a Morena se le quemaban las habas por aprobar una reforma constitucional que supuestamente castiga la corrupción en el poder judicial, mediante la promesa de impunidad a un criminal y su familia.
En horas de la mañana del 10 de septiembre, el padre dice en tribuna que su hijo no puede acudir al Senado por razones de salud.
Sin embargo, a mediodía se produce el milagro: el hijo aparece curado de su agudo mal en las cervicales, y retoma su escaño para emitir su voto.
Asegura que le quieren imponer el sentido de su voto mediante amenazas y agresiones, pero, veamos, a punto de unirse a un movimiento de regeneración, ¿por qué no habría de regenerarse él mismo?
Se conoce entonces el generoso ofrecimiento: ‘te quitamos las órdenes de aprehensión y todos los procesos penales contra tu familia si votas con nosotros’. Una fulgurante lección de procuración e impartición de justicia condensadas. Y claro está, el senador converso se regeneró y votó con Morena.
Yo me regenero, tú te regeneras, nosotros nos regeneramos, ellos se regeneran.
Enarbolando la bandera de transformar al país atendiendo a la voluntad de un solo hombre, Morena logra que dos poderes, el Ejecutivo y el Legislativo, aniquilen al tercero, el Poder Judicial.
Y suman a las legislaturas estatales al caudal de votos: la de Oaxaca toma exactamente seis minutos para aprobar la minuta de reforma constitucional. No hace falta leerla, ni discutirla. Es la verdad revelada.
Con perdón por la comparación con el camaleón (Chamaeleonidae) -que también tiene los ojos saltones, la lengua muy larga, y cambia de color a conveniencia- Yunes Linares luce desorbitado. No le preocupa haber cambiado de principios porque carece de ellos, ni haber traicionado una vez más, porque eso es lo suyo. Se acaba de enterar que le quitaron la visa para llevar a los nietos a Disneylandia. Y eso sí que es grave.
Habían prometido un mundo donde reinara la justicia, y terminaron de la mano con Yunes. En el nuevo mundo amoroso, para los inventores de sociedades perfectas todo se vale.
No hace falta criticarlos, ni a los Yunes, ni a Morena. Basta con describirlos. Ahora soy yo a quien le duelen los ojos.
No creo que unos ojos bien abiertos alcancen para atisbar el futuro, pero por lo pronto, reina la oscuridad.
Profesor asociado en el CIDE
@Carlos_Tampico